Testimonio de una paciente de la Unidad de Nutrición del Hospital Viamed Santa Ángela de la Cruz, de Sevilla, que ha perdido 37 kilos.
DATOS:
- SEXO: MUJER
- EDAD: 24 AÑOS
- NO ENFERMEDADES DIAGNOSTICADAS.
Testimonio de la paciente A.M.O.:
Siempre fui una niña “gordita” pero hace unos cinco o seis años comencé a engordar demasiado. Empecé a agobiarme y a llevar a cabo mil dietas, y con ninguna perdía peso, incluso a veces hasta llegué a ganar. Además de esto, empecé con molestias estomacales, dolores de cabeza, tránsito intestinal alterado… Y claro, esto no es “normal”. Hasta el momento, los médicos achacaban mi obesidad a mi vida sedentaria.
Hace cuatro años, me recomendaron realizarme el test de sensibilidad alimentaria, y bendita la hora. Tras realizármelo y eliminar los alimentos a los cuales mostré sensibilidad los cambios fueron espectaculares. Empecé a perder peso fácilmente (sobre todo los primeros meses) y mis síntomas desaparecieron.
Antes de comenzar llegué a pesar 98 kilos y pasados los tres años de tratamiento dietético llegué a quedarme en 61 kilos (- 37 kilos). Los primeros meses es cuando más rápido perdí, luego ya fue de forma progresiva.
En cuanto a los cambios físicos… fueron muchos, todos, diría yo. En el tema estético, que es quizás el que más preocupa a las mujeres jóvenes, he mejorado muchísimo. Te ves mucho más “guapa”, encuentras ropa que te gusta, te sientes más segura de ti misma. ¡Te sientes muchísimo mejor!
Te empiezas a encontrar mucho más ágil, con ganas de hacer cosas, de salir, de hacer deporte… Cuando estaba “gordita” es verdad que hacía poco deporte, pero al verte más delgada y ágil tú misma te animas y empiezas a realizar actividad física, y lo mejor de todo, a disfrutar de ello. Tanto que actualmente ir al gimnasio forma parte de mi vida, es algo que lo tengo totalmente integrado, además del deporte al aire libre los fines de semana, y ¡me encanta!
De todo este proceso he aprendido muchísimo. A saber comer, a adquirir hábitos alimentarios y un estilo de vida saludable, pero yo personalmente destacaría el aprender a “escuchar a mi cuerpo”, saber lo que debes comer para que te sientas bien, saber controlarte y llegar a un equilibrio. A veces, sí que apetece “romper las reglas” y comer lo que te apetezca, pero aprendes a cómo controlar, a compensar después, y a volver a tu normalidad y a la alimentación saludable que te pide tu cuerpo.